Hay una tendencia muy recurrente en diversos grupos dedicados a la difusión del BDSM, con la cual se pone de manifiesto la cuestión de la experiencia, donde se expresa que si l@s Am@s prefieren sumis inocentes o “nuev@s” para poder hacerl@ a su manera y que si los sumis prefieren Am@s con mucha experiencia porque “ya le saben” (aunque dicho Am@ haya tenido 10 sumis en 3 meses), lo cual hace que personas de 25 años de edad salgan con que tienen 10 de experiencia, cuando esto claramente es absurdo, no porque se dude que a los 15 ya eran calenturientos y perversos, sino por la falta de conocimiento. Lo cual me lleva a una frase recién aprendida de una excelente Dómina que lleva ya más de 10 años de práctica y a la cual le agradezco profundamente el haberla compartido conmigo:
“Te conviertes en practicante no cuando prácticas, sino cuando entiendes, ”
Esto de verdad es interesante y me puso a reflexionar, porque es muy fácil que al estar en pleno agasaje le des de repente una nalgada a tu pareja, lo cual no te hace spanker (persona que gusta de jugar a dar nalgadas a personas que juegan a ser traviesas. Digo, por si no lo sabían). Tampoco el dejarte nalguear te hace spankee (así se les dice a aquellas personas que juegan a ser traviesas para que las castiguen. Sólo por si se lo preguntaban) o bien jugar “rudo” no te hace practicante de BDSM así como poner una inyección no te hace médico o enfermero. En mi reflexión desmenuzaré la frase para tratar de entenderla mejor.
“No cuando prácticas.”
Definitivamente a muchos nos han o hemos dado una nalgada al calor del momento, las hormonas, la pasión o lo que sea, con lo cual se arriesgan a:
Opción A: Que la persona que recibe se levante y les diga: “¿Qué te pasa inútil? ¿Por qué me pegas? ¿Acaso crees que soy un@ cualquiera?” (no sé por qué, pero muchos creen que sólo a los que venden sus caricias les gustan ese tipo de juegos) Y de esa forma levante sus cositas dando por terminada una sesión de sexo maravillosa.
Opción B: Que te digan: “O sí, sí, dame más, dame más”.
Si, por el contrario la pedimos:
Opción A: “¿Qué clase de persona crees que soy como para pegarle a alguien? Yo tengo valores y moral (como si por dejarnos dar una nalgada fueramos de lo peor).
Opción B: “Está bien”. Ésta es la opción más común, pero o no te la dan con la intensidad que deseas o te la dan mal y terminas lastimado.
Sin embargo, independientemente del desenlace, eso sólo forma parte de un juego del momento, algo que puede o no repetirse, algo espontáneo que no lleva nada más que la sensación momentánea de placer. Eso, queridos míos, no nos hace practicantes de BDSM.
“Te conviertes en practicante cuando entiendes.”
Y aquí es donde la puerca torció el rabo; y es que el BDSM no sólo es de “dame y dame duro”, es una entrega, es generar confianza a base de honestidad y respeto bilateralmente (¡OJO! No es amar, pero ésa es otra reflexión). Algunos lo ven como juego, puesto que tiene reglas básicas e inquebrantables, sin embargo el nivel de entrega, la comunicación constante que es parte fundamental de cualquier relación (ya sea de amistad, familiar, noviazgo, etc), hace que esto sea una relación, sí, puede que sólo de intercambio erótico de poder, pero relación interpersonal a fin de cuentas, donde prácticamente se pone la vida en manos de otra persona que tiene la obligación de cuidar y fomentar dicha confianza y ser consciente de la entrega que se le está regalando.
“Entender” que ponemos nuestra integridad física en manos de alguien más, por nuestra propia voluntad, conocedores de nuestros gustos, nuestros deseos, nuestros límites (esto es sumamente importante), que siempre podemos decir NO, que no por ejecutar un papel sumiso eres débil o cobarde y, sobre todo, que no estás obligado a hacer cosas que te hagan sentir mal contigo mismo.
“Entender” que se debe valorar la confianza con la que alguien se entrega a nosotros, que somos responsables de ese cuerpo junto con su mente (así sea sólo por una sesión de 1 hora o en el caso de una relación base, por el tiempo que ésta dure), que dicha confianza está basada en la imagen que transmitimos, donde nos mostramos conocedores de nosotros mismos, nuestros gustos, nuestros deseos y nuestros límites (porque los Dominantes también deben tener límites), entender que, antes de cualquier cosa, esa persona que se pone en nuestras manos confía plenamente en que se le respetará, cuidará y se hará sólo aquello en lo que ambos encuentren placer.
En fin, nuestro tiempo de practicantes cuenta a partir de que se entiende de verdad el SSC (Sensato, Seguro y Consensuado) dentro del BDSM, no desde que empezamos a amarrar o cuando te dicen o le dices a alguien “Sí Señor/a”, o cuando te dan tus primeros azotes.