Discriminación entre practicantes

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¿En realidad somos tolerantes los practicantes?

Es muy común que las personas que ejercen su sexualidad sin tabúes ni restricciones sociales sean asociadas a pensamientos liberales. Sin embargo, este concepto suele ser confundido con la tolerancia y respeto hacia los demás.

Dentro de todos los grupos en los que las personas se relacionan (escolar, laboral, social, cultural, etc.) siempre ha existido la diversidad en cuanto a gustos y tendencias (no sólo sexuales). Dichas diferencias regularmente son percibidas de manera negativa, porque alteran un sistema establecido o lo comprometen a la apertura de nuevos límites y consideraciones.

Los gremios que han sido marginados a lo largo de la historia, que han peleado por igualdad de derechos y enfrentado la discriminación son, irónicamente, los mismos que han ejercido esta discriminación entre sus mismos miembros.

En el tiempo que llevo como practicante, he podido identificar dos principales motivos por los cuales se presenta este desprecio entre practicantes:

Preferencia sexual, género y sexo

La primera razón por la cual los practicantes hacen diferenciaciones es la orientación sexual. De manera curiosa, por mucho que se ha luchado y abogado por la aceptación de las diferentes preferencias sexuales.

Por desgracia, es muy común que algunos heterosexuales (tanto hombres como mujeres) sienten cierta repulsión o rechazo a personas homosexuales, bisexuales, transexuales y demás miembros por su orientación.

Los hombres heterosexuales son quienes presentan mayor rechazo hacia otros hombres que buscan relacionarse sentimental, emocional y sexualmente con otros. Aún tiene la idea que convivir con ellos los vuelve homosexuales o que son “presa” de estos “depredadores”. En el caso de las mujeres esta situación es menos frecuente.

De manera desalentadora esta clase de “miedos” o rechazos se ven acentuados por el mismo gremio homosexual, pues ellos mismos “juegan” a “convertir” a los heterosexuales en sus iguales (incitarlos e inclusive obligarlos a que tengan una experiencia homosexual), atentando contra su orientación heterosexual.

Aunque los heterosexuales suelen utilizar el argumento anterior para justificar su desagrado, éste suele ser una extensión más del prejuicio que tienen las personas sobre los que tienen otra preferencia sexual. Este hecho aplica también a los travestis cuyo gusto por lucir de manera femenina está asociado, erróneamente, a una actitud homosexual. El respeto no se ha terminado de entender como un concepto necesario para la convivencia sana entre grupos y personas.

Por otro lado, la discriminación también se presenta entre los mismos miembros de la comunidad LGBTTTI. Particularmente, este hecho se observa entre los hombres homosexuales cuya actitud despectiva hacia otros es notoria. Los hombres masculinos son los primeros en rechazar y atacar a aquellos hombres que poseen actitudes femeninas. Algunos homosexuales han reforzado de una manera intensa que la imagen del homosexual está ligada a acciones femeninas, sin embargo no están obligados a adoptar una actitud plenamente masculina. De nuevo está presente el hecho que cada persona hace de sí mismo lo que considere mejor.

Los mismos hombres homosexuales no sólo se discriminan entre sí, pues otro gremio al que atacan es el de las mujeres (independientemente de su preferencia). Algunos hombres aún sienten que una imagen femenina ataca su integridad y actitud. En el caso de los grupos de practicantes BDSM es muy común que los hombres homosexuales no se acerquen a aquellos donde la presencia de las mujeres es latente.

Muchos de estos prejuicios relacionados al sexo, sexualidad, identidad y género tienen raíces en aspectos fuera del BDSM que no se han solucionado. Las diferencias tienen su base en pensamientos cerrados o ideas arraigadas que han determinado lo que culturalmente debe ser catalogado como aceptable y lo que debe verse como rechazable.

Concepción del BDSM

El otro punto interesante de la discriminación entre practicantes es la diferencia de ideas que tienen respecto al BDSM.

Existen quienes ven esto como un estilo de vida, una manera de compenetrarse con una pareja para adoptarlo todos los días, lo ven con una filosofía más profunda y como algo que sólo puedes compartir con una persona especial; por otro lado están quienes lo ven como una extensión de la sexualidad y como una forma más de sentir placer; otros más sólo lo ven como placer que no necesariamente va ligado al sexo; otros, por su parte, lo toman como una forma más para tener sexo.

Muchos practicantes que consideran que el BDSM es una práctica muy seria rechazan y cuestionan a quienes sólo buscan interacción sexual por este medio. Esto se debe a que se cree que algunos de los que buscan esta interacción no suelen tener las atenciones ni interés en los protocolos de seguridad que cada práctica conlleva, lo que puede convertir el juego en un acto peligroso. Esta discriminación es muy evidente en los grupos virtuales donde los practicantes que se jactan de tolerantes y expertos atacan a aquel perfil que muestra fotos de su pene o nalgas.

Estas personas no suelen ser tomadas en serio porque sus cartas de presentación son textos donde literalmente buscan sexo rudo, penetraciones y emplean lenguaje que no suele ser “cortés”. Es importante mencionar que, a pesar de ello, la idea del sexo rudo no es errada si la persona se siente satisfecha con ello, siempre y cuando esta clase de practicantes entiendan y acepten los riesgos que conlleva realizar BDSM y tienen presente que los protocolos de seguridad no son opcionales.

Los practicantes que lo toman como una filosofía de vida suelen ser los más cerrados a otras propuestas o posturas.

Otro factor común es el rol. Muchos dominantes suelen adentrarse y adoptar el rol de tal manera que rechazan una acepción diferente. Los switches suelen ser los más discriminados porque se consideran indefinidos o bien que no toman en serio los roles. Del mismo modo, ellos discriminan a los dominantes que no se rigen bajo los conceptos de la Vieja Guardia y muestran flexibilidad al sesionar. Esto mismo se observa en quienes no se asumen como esclavos porque ejercen su derecho a definirse como les apetece y según sus gustos. No todos son sumisos y masoquistas a la vez, y no todos están dispuestos a entregar sin dudar su voluntad o integridad.

Se debe entender que el BDSM es diferente para cada persona y lo ejercen como les place y satisface mejor y que ninguna acepción es errónea. Sin embargo, todos están obligados a aceptar dichas diferencias aunque no sean de su interés.

Es importante aclarar que aceptación no es sinónimo de agrado: del mismo modo que una persona tiene todo el derecho de ejercer su sexualidad como mejor le parece, tiene el mismo derecho de no sentir aprecio por una idea o forma de ser.

La aceptación y tolerancia buscan que todos los gremios puedan convivir de manera pacífica permitiendo a otros ser lo que quieren ser y respetarlos. Como seres sociales tenemos esa obligación.

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