Todas las relaciones humanas se basan en la conveniencia.
Para muchos verlo así es sinónimo de egoísmo, palabra tanto o más estigmatizada que la primera. Sin embargo, no tener esto presente nos catapulta hacia la hipocresía y la negacion de la realidad.
Uso a mis maestros, a mis hijos, a mis parejas, a mis padres, a mis amigos. De todos ellos obtengo beneficios; la relación con ellos me provee algún bien o bienestar. Por el contrario, las relaciones de las que no obtengo ganancias o dejo de recibirlas (algunas concretas y tangibles, otras emocionales y muchas veces hasta inconscientes), normalmente no se sostienen en el tiempo.
Nos convendría revisar qué obtengo y qué gana mi contraparte en cada una de nuestras relaciones. Hablarlo abiertamente nos ayudaría, no sólo a quitarle ladrillos a la construcción del amor romántico, sino a vincularnos de manera más honesta.
Las acción más altruista tiene ganancias para ambas partes aunque el beneficio intangible del benefactor normalmente es invisibilizado. Esto no quiere decir que tenga intenciones ocultas; no hay que confundir conveniencia con manipulación. Simplemente significa que si no recibiera algo a cambio, probablemente ni siquiera estaría motivada para realizar dicha acción.
La clave está en diferenciar USO y ABUSO.
El que usa obtiene un beneficio A PARTIR DE otro (o CON otro). El que abusa es A COSTA del otro. Es decir, usar no provoca daño a ninguna de las partes involucradas (pensemos en un maestro que ofrece sus conocimientos y los alumnos se benefician de él). En cambio, abusar implica un maltrato, a veces intencional y otras simplemente un trato desconsiderado, de una de las partes hacia la otra.
¿Qué pasaría si usáramos este criterio para filtrar nuestros vínculos y acciones?
Tú, ¿cómo ab(usas)?