El acuerdo inquebrantable en el BDSM: La palabra de seguridad.
Escrito por A. Bloodwolf
Dentro del vasto mundo del BDSM existen un sinfín de prácticas y experiencias, demasiadas para poder contarlas pues la imaginación llega hasta el cielo. Sin embargo, un individuo, pareja, o grupos que viven de este mundo no llegan a él conociéndolo todo. Para la mayoría es un universo aún que explorar y lo desconocido puede llegar a ser peligroso. Es por esta razón que la práctica del BDSM se basa en acuerdos que buscan salvaguardar el principio fundamental del SSCP (seguro, sensato, consensuado y placentero). Éstos acuerdos tiene como objetivo definir el margen de las dinámicas de los roles, los límites individuales, el cuidado corporal y psicológico, el contexto que se llevará a cabo entre la pareja y la sociedad, entre muchas otras cuestiones. Estos acuerdos son plasmados y consensuados con anterioridad por cada una de las partes antes de iniciar la práctica para reducir impactos negativos en la dinámica y sus integrantes.
Sin embargo, como mencioné antes, el BDSM es un vasto universo y uno no conoce a la perfección ni éstos horizontes y ni los de uno mismo, y es por eso a pesar de lo mucho que uno pueda prevenir durante la práctica existen muchos otros factores que llegamos a pasar por alto o realmente nunca consideramos. Es la razón por la que, independientemente del rol y de los acuerdos que se hallan realizados, existe uno que siempre debe estar presente y debe ser válido en cualquier momento: La palabra de seguridad.
La palabra de seguridad es un término universal para el código de comunicación que se utiliza con el fin de avisar a los participantes de la sesión que se está infringiendo un límite o existe un peligro a razón de detener la práctica y prevenir una incomodidad o incluso una secuela irremediable en la persona. Éste código debe ser lo más claro y conciso posible para que no existan malentendidos y puedan llevarse a cabo acciones para evitar un daño.
La idea principal de detener la práctica es primeramente evitar daño en la persona que lo solicita. Los receptores del código, particularmente aquellos que se ubican en un rol de dominante, deben mantener la calma y enfocarse en detener toda acción de la práctica y liberar a la otra persona de cualquier posición, dispositivo, juguete, cuerdas, etc., ayudarla a ubicarse en un estado neutral físico y mental donde la persona pueda sentirse segura y cerciorarse de que así se mantenga. Un dominante que ya está familiarizado con su persona sumisa puede proceder a realizar acciones para contrarrestar el efecto negativo en su pareja. Si no se tiene conocimiento de cómo ayudar en situaciones así, lo mejor es preguntar a la persona en cuestión o incluso existen casos donde es mejor dejarla ser hasta que se recupere por sí sola o solicite ese apoyo. Cada persona tiene diferentes métodos y vías para regular su cuerpo y su mente, por lo que no es prudente no suponer o realizar actos que de inicio tengan una buena intención pero puedan resultar contraproducentes.
Una vez que la persona se sienta totalmente segura y haya recuperado su condición, se puede decidir si se continúa o cancela la sesión. Respetar la decisión de quien ocupó el código es primordial. Uno del otro lado puede sentirse bien, pero no sabemos realmente como se encuentra la otra persona. Cuidarla y respetarla es parte de los principios de la práctica, y su pareja se los agradecerá.
La finalidad de la palabra de seguridad o mejor dicho, el código de seguridad, es el lograr llevar el mensaje de advertencia del emisor al receptor de forma correcta. Existen muchas formas de acordar esta seguridad, pero lo importante es que sea lo más explícito y coherente para que no exista fallas en su uso y el receptor del mensaje pueda reaccionar la forma más rápida posible a la situación.
La comunicación verbal es el método más eficiente que tenemos, por lo que generalmente el código se utiliza de esta forma. La básica es por supuesto el uso de una simple palabra, fácil de recordar y de vocalizar para que la otra parte pueda escucharla. Datos importantes que uno debe tener en cuenta del uso de esta palabra es que no sea una palabra de uso general o que pueda llegar a ser mencionada accidentalmente. Por ejemplo, “detente o “para”. Por supuesto uno pensaría que es más que obvio su uso, la definición de la palabra es correcta y directa. Pero durante una sesión ocurren muchos procesos químicos y psicológicos en la mente que podrían provocar inconscientemente el uso de esa palabra aunque uno realmente no deseara que se detuviera la práctica. Sucede más seguido de lo que uno piensa y esto simplemente provocaría malentendidos. Para evitar estas situaciones, lo que se recomienda es usar una palabra no convencional dentro de su vocabulario, pero tampoco lo suficiente complicada o lejos de la propia semántica. Para muchas personas, yo me incluyo, una palabra de seguridad muy eficaz llega a ser el uso del nombre de pila de la pareja. Si uno tiene la costumbre de usar títulos dentro de la dinámica, el impacto que tiene usar el nombre real del otro es enorme, logrando una reacción más rápida a la situación de emergencia.
De igual forma existe el convencional sistema de semáforo, partiendo de un “verde” donde se considera que la práctica y el estado de uno se encuentran de forma segura. Una vez que alguno de los participantes comienza a sentir que sus resistencias corporal y mental están siendo amenazadas, el semáforo pasa a “amarillo” y éste color debe ser mencionado. Este aviso ayuda a prevenir el llegar al color “rojo” donde ya se trasgredió un límite. Si después de la pausa se decide retomar la actividad, se menciona que el semáforo regresa “verde”. Este método igual es muy usado pues ayuda a evitar desgracias y enseña a las personas a reconocer sus propios límites y los de otros.
Por supuesto existen situaciones donde la comunicación verba es difícil o nula, sobre todo si se utilizan gags, cuerdas o se realicen práctica donde se imposibilita el uso de la lengua. Cuando se va a limitar el uso verbal de una persona, se debe establecer otro tipo de código para mantener esta garantía de seguridad. Éste código debe ser igual de claro y lo suficientemente coherente para que quien tenga la libertad de realizar una acción pueda llevarla a cabo. Un ejemplo puede ser el uso de gestos guturales con un patrón determinado, los cuales utilizan los músculos de la garganta para producir sonidos graves que logran salir del cuerpo. El patrón ayudará a no confundirlos con cualquier otro sonido que pueda existir durante la práctica. Hay practicantes que utilizan señales con los dedos o movimientos determinados que sean fáciles de visualizar por la pareja.
La mayoría pensaría que la palabra de seguridad sólo existe para uso de la persona sumisa con su Dominante. No obstante, también existen situaciones donde un Dominante puede llegar a ocuparla. La seguridad debe abarcar a ambas partes, ninguna está exenta. Si bien, no he parado de mencionar la importancia del uso del código de seguridad, existen situaciones donde se puede llegara a abusar de este. La idea es mantener el principio de SSCP, pero igual existen momentos donde alguna de las partes, usualmente la persona sumisa, utiliza la palabra de seguridad para evitar actividades no por cuestiones de seguridad si no por capricho, lo cual realmente hace perderle sentido a este acuerdo y sólo termina por producir desconfianza y descontento en la dinámica. Por eso mismo es importante establecer límites y procesos para realizar las prácticas y así evitar situaciones donde se comprometa la veracidad de las partes, y por ende, su seguridad.
La práctica del BDSM es rica en experiencias y sensaciones. Muchos de los que practicamos encontramos goce en cada rincón, pero eso no quiere decir que estemos exentos de situaciones complicadas o peligrosas. Somos personas, no deidades ni figuras del romanticismo. Nuestro cuerpo y mente tienen límites y es fundamental el cuidar nuestro organismo. La salud y la seguridad van por encima de cualquier protocolo.