Una cosa es reconocerse masoquista (te causa placer la sensación del dolor), pero ¿por qué nos gusta? Bueno, pues resulta que el cuerpo al recibir diferentes estímulos (ejercicio físico, dolor, excitación, comer alimentos picantes, comer chocolate, enamorarse, el orgasmo) libera diferentes sustancias, tales como son: endorfinas, dopamina, adrenalina y occitocina, que se encargan de generar un sentimiento de bienestar.
Endorfinas: son neurotransmisores opioides producidos por la glándula pituitaria y el hipotálamo en vertebrados durante el ejercicio físico, la excitación, el dolor, el consumo de alimentos picantes o el consumo de chocolate, el enamoramiento y el orgasmo, y son similares a los opiáceos en su efecto analgésico y de sensación de bienestar.
Dopamina: ha demostrado tener un papel central para la neurotransmisión dopaminérgica en la modulación de la percepción del dolor y la analgesia natural (reducción del dolor).
Adrenalina: es una hormona y un neurotransmisor. Incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los conductos de aire y participa en la reacción de lucha o huida del sistema nervioso simpático, con lo que estamos más alerta y sobre excitados.
Oxitocina: es una hormona producida por los núcleos supraóptico y paraventricular del hipotálamo, relacionada con los patrones sexuales y con la conducta maternal, genera una sensación de bienestar general, contracciones perineales, disminuye la sensación del dolor y ayuda a la dilatación vaginal y cervical.
Ahora ya todo comienza a tener sentido; el cuerpo transforma las sensaciones dolorosas en placenteras. Claro, no es con un golpazo y ya me excité; hay que llevarlo de menos a más para que el cuerpo pueda prepararse y no es necesario llegar a los extremos, solamente calentando la piel con azotes suaves se puede conseguir. Todas estas sensaciones generadas por nuestro propio cuerpo a través de las sustancias liberadas son lo que la persona masoquista disfruta, no el dolor por el dolor, sino el bienestar que le causa. En algunas ocasiones se llega a utilizar las prácticas que implican dolor como terapia antiestrés. Podrá sonar contradictorio pero funciona.
Cabe aclarar que como en todas las prácticas de sexualidad alternativa o no convencional, no todo es para todos, pero si no te causa un daño, ¿por qué no probarlo?